jueves, 16 de julio de 2015

Mi Bolaño

Estar de vacaciones es, por sobre todas las cosas, poner en práctica la libertad individual (en el sentido común y corriente de la palabra). Saber que podés leer lo que te caiga a las manos, boludear en las redes sociales, besar a tu novia, salir a caminar, a correr, jugar a la pelota, mirar una película, todo esto sin tener detrás de la nuca la sensación de que se te está esfumando el tiempo para cumplir una responsabilidad (preparar finales, ir a trabajar, lavar los platos, etc.) te llena de liviandad. Así estoy: liviano. Leve. (Flecha que se me viene a la cabeza: La insoportable levedad del ser. Que me disculpe Kundera, pero lo que menos siento es que sea insoportable).
Ayer estaba poniendo en práctica mi libertad, moviendo la ruedita del mouse y recorriendo las noticias nuevas de Facebook. Después de unos minutos me encuentro con una foto de Roberto Bolaño: freno. Clickeo. Lo primero que leo es la oración: 12 años sin él. No fue difícil inferir qué querían decir con eso. Pensé: "doce años, ¿tan poco?". Sabía que había vivido 55. Haciendo la cuenta, si estuviera vivo en este momento, tendría unos 67. Menos que mis abuelos. Menos que muchísima gente.
Debajo de la frase había un poema que ni sé si era de él o si había sido escrito por la persona que le hacía el homenaje. La cuestión es que cerré la ventana de Chrome y subí a mi cama para alcanzar uno de los libros de Roberto (todos los suyos están en el estante más alto. Orden alfabético de acuerdo al apellido del autor): Los detectives salvajes. Elegí éste no por ser el más largo que haya leído (todavía me falta 2666) ni por ser el más raro, o el más aclamado, o uno de los más originales: lo elegí por la palabra salvajes. Creo que si tengo que definir a Bolaño en una palabra, utilizaría esa. Salvaje. Fue salvaje como escritor. Escribía escuchando heavy metal. Fue salvaje como lector. Leía poesía francesa mientras se bañaba (y así quedaban sus libros y los libros que le prestaban). Fue salvaje en la vida. Que le duró sólo 55 años.

Cada tanto me surge la necesidad de agarrar cualquier libro que haya leído y hojearlo. Un trabajo que combina aleatoriedad y predeterminación: por un lado, voy soltando las hojas con el dedo gordo hasta que decido parar en una, sin que ésta tenga alguna diferencia con las demás. Por otro, me encuentro con notas, corchetes o líneas de subrayado en alguna palabra, frase o párrafo de la página. En el presente, le dejo el camino al azar para que me comunique con un pasado que fue delimitado, pensado: nadie subraya o remarca porque sí.
Esto hice con Los detectives: una especie de homenaje. Y con esto me encontré:

1. Hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear.

2. A veces es necesario empaparse de realidad, ¿no?

3. Comí sentado en la cocina, en silencio, pensando en el futuro. Ví tornados, huracanes...

4. Ernesto San Epifanio dijo que existía literatura heterosexual, homosexual y bisexual. Las novelas, generalmente, eran heterosexuales, la poesía, en cambio, era absolutamente homosexual, los cuentos, deduzco, eran bisexuales, aunque esto no lo dijo.
Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos. Las dos corrientes mejores, sin embargo, eran la de los maricones y la de los maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas.

5. Durante mucho rato dejé de existir.

6. ¡Todo el mundo sufría! [...] Mi poema se llama "Todos sufren". No me importa que me miren.

7. Todo el día deprimido, pero escribiendo y leyendo como una locomotora.

8. ¿Pero a quién amo? Ayer llovió toda la noche. Los pasillos de la vecindad parecían las cataratas del Niágara. Hice el amor llevando la cuenta. Rosario estuvo fantástica, pero por amor al éxito del experimento preferí no advertírselo. Se vino quince veces. Las primeras le tenía que tapar la boca para que no despertara a los vecinos. Las últimas temí que le fuera a dar un ataque al corazón. A veces parecía desmayarse entre mis brazos y otras veces se arqueaba como si un fantasma estuviera jugando con su columna vertebral. Yo me vine tres veces. Luego salimos los dos al pasillo de arriba. Es extraño: mi sudor es caliente y el sudor de Rosario es frío, reptiliano, y tiene un sabor agridulce (el mío es claramente salado). En total estuvimos cuatro horas cogiendo. Después Rosario me secó, se secó, arregló el cuarto en un santiamén (es increíble lo hacendosa y práctica que es esta mujer) y se puso a dormir pues al día siguiente tenía que trabajar. Yo me acomodé en la mesa y escribí un poema que titulé "15/3". Después me puse a leer William Burroughs hasta que amaneció.

9. ...cada vez más irreflexivamente feliz.

10. Ay, qué lástima que ya no hagan mezcal Los Suicidas, qué lástima que pase el tiempo, ¿verdad?, qué lástima que nos muramos y que nos hagamos viejos y que las cosas buenas se vayan alejando de nosotros al galope.

11. Pensé: qué acto poético destruir mis escritos. Pensé: lo mejor hubiera sido tragármelos, ahora estoy perdida.

12. Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. Ésta última es la que quisieron hacer Ulises Lima y Belano. [Ulises y Belano, posibles alters ego de Bolaño -prestar atención a la similitud en la pronunciación "Belano - Bolaño"].

13. ...escritura masturbatoria (con la derecha escribimos, con la izquierda nos masturbamos, o al revéz si eres zurdo)...

14. Era un tipo curioso. escribía en los márgenes de los libros. Por suerte yo nunca le presté uno. ¿Por qué? Porque no me gusta que escriban sobre mis libros. Y hacía algo todavía más chocante que escribir en los márgenes. Probablemente no me lo crean, pero se duchaba con un libro. Lo juro. Leía en la ducha. ¿Que cómo lo sé? Es muy fácil. Casi todos sus libros estaban mojados. Al principio yo pensaba que era por la lluvia, Ulises era un andariego, raras veces tomaba el metro, recorría París de una punta a la otra caminando y cuando llovía se mojaba entero porque no se detenía nunca a esperar a que escampara. Así que sus libros, al menos los que él más leía, estaban siempre un poco doblados, como acartonados y yo pensaba que era por la lluvia. Pero un día me fijé que entraba al baño con un libro seco y que al salir el libro estaba mojado. Ese día mi curiosidad fue más fuerte que mi discreción. Me acerqué y le arrebaté el libro. No sólo las tapas estaban mojadas, algunas hojas también, y las anotaciones al margen, con la tinta desleída por el agua, algunas tal vez escritas bajo el agua, y entonces le dije por Dios, no lo puedo creer, ¡lees en la ducha!, ¿te has vuelto loco?, y él dijo que no lo podía evitar, que además sólo leía poesía, no lo entendí en aquel momento, ahora sí lo entiendo, quería decir que sólo leía una o dos o tres páginas, no un libro entero, y entonces yo me puse a reír, me tiré en el sofá y me retorcí de risa, y él también se puso a reír, nos reímos los dos, durante mucho rato, ya no me acuerdo cuánto.


Único poema de los realvisceralistas (grupo de poetas protagonistas de la novela. Entre ellos: Ulises Lima, Arturo Belano).


Su explicación.


Joven.