jueves, 11 de abril de 2013

XXX

"El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores."
Woody Allen.

¿De qué vamos a hablar hoy? De sexo. Y todo comienza con una aclaración: no hacen falta páginas porno baratas para pajearse (tanto para la mujer como para el hombre), se puede hacer con más calidad, con más sutileza. El secreto está en la literatura erótica.

Hay dos escritores que me vuelven loco a la hora de escribir sobre sexo: Fogwill y Cortázar (cuando creé este blog me dije a mí mismo que iba a nombrarlo a Julio una vez cada tanto, porque sino se iba a tornar aburrido que todo, absolutamente todo hable de él habiendo tantos escritores grosos, pero bueno, disculpen, a veces el amor puede más que la razón, no puedo evitarlo). Se nota que los dos cogían como los dioses, y aparte sabían captar el tinte poético que tiene el hecho de coger. El primero, más seco, más arisco, el segundo, más lírico. A esta altura, me quedo con Fogwill, no solo por el hecho de que estoy leyendo Vivir afuera en estos momentos sino porque tarde o temprano se llega a la conclusión de la mayoría de los representantes del realismo: está muy bueno llevar al plano de la literatura lo llano, lo real, y no colocar en un pedestal al arte y la poesía. De cualquier manera, Julio fue el propulsor de esta tendencia, gracias a Torito, El examen (rechazado la primera vez por la editorial por contener "malas palabras"), Los premios, etc etc. Ah, y las relaciones sexuales de Libro de Manuel, que son terribles!!!

A lo que voy: pasar algunos fragmentos de estos tipos para estimular las hormonas de los lectores. Por un lado, el enormísimo cronopio relatando una relación de dos jóvenes inexpertos, vírgenes. Sensibilidad al máximo. Por el otro, Fogwill encamándose con una prostituta. Aspereza al máximo. Dos posturas distintas para una misma cosa.


Fragmento de 62/Modelo para armar, Julio Cortázar:


Las almendras y el chocolate se habían terminado, llovía despacio sobre la claraboya y Celia se amodorraba, mal envuelta en una sábana arrugada, oyendo como desde lejos la voz de Austin, perdida en una fatiga que debía ser la felicidad. Sólo por momentos la hostigaba otra cosa, como si algo se trizara finamente en ese blando, uniforme abandono, una mínima grieta que la voz de Austin volvía a colmar por un rato, y debía ser muy tarde y tendrían que decidirse y bajar a comer, y Austin se empecinaba en preguntar pero piensa un poco, piensa en eso, ¿qué conocía yo de ti?, inclinándose para besarla y repetir la pregunta, ¿qué conocía yo realmente de ti? Un rostro, unos brazos, tus pantorrillas, tu manera de reírte, lo mucho que vomitaste en el ferry-boat, nada más. Estúpido, había dicho Celia con los ojos cerrados, y él insistía, piensa un poco porque es grave, es tan importante, desde el cuello a las rodillas el gran misterio, estoy hablando de tu cuerpo, de tus senos, por ejemplo, qué sabía yo más que una forma marcándose en tu blusa, ya ves, son más pequeños de lo que imaginaba, pero todo eso no es nada al lado de otra cosa mucho más grave y es que también tú tenías que descubrir que otros ojos iban a verte por primera vez, lo que se dice verte tal como eres, enteramente tú y no el sector de arriba y el sector de abajo, ese mundo de mujeres descuartizadas que miramos en la calle, esos pedazos que ahora mi mano puede juntar en uno solo, de arriba abajo, así. Ah cállate, había dicho Celia, pero era inútil, Austin quería saber, necesitaba saber quién había podido mirar alguna vez así su cuerpo, y Celia había vacilado un instante, sintiendo que en la felicidad se abría otra vez paso la fina grieta instantánea, y después había dicho lo previsible, nadie, en fin, el médico, claro, una compañera de habitación cuando veraneaban en Niza. Pero no así, por supuesto. Pero no así, había repetido Austin, naturalmente que no así, y por eso tienes que comprender lo que es haber creado de una vez por todas tu cuerpo como lo hemos creado tú y yo, acuérdate, tú vuelta de espaldas y dejándote mirar, yo bajando poco a poco la sábana y viendo nacer eso que eres tú, esto que ahora se llama de veras con tu nombre y habla con tu voz. El médico, me pregunto qué pudo ver el médico de ti. Sí, en algún sentido más que yo si quieres, palpando y sabiendo y ubicando, pero ésa no eras tú, eras un cuerpo antes y después de otro, el número ocho un jueves a las cinco y media en un consultorio, una inflamación de la pleura. Las amígdalas, había dicho Celia, y el apéndice hace dos años. Como tu madre, si vamos al caso, cuando eras pequeña nadie pudo conocerte mejor que ella, es obvio, pero tampoco eras tú, solamente hoy, ahora en esta pieza eres tú, tampoco tu madre cuenta, sus manos te limpiaban y conocían cada repliegue de tu carne y te hacían todo lo que hay que hacerle a un niño casi sin mirarlo, sin ponerlo definitivamente en el mundo como yo a ti ahora, como tú y yo ahora. Vanidoso, había dicho Celia, abandonándose otra vez a la voz que la adormecía. Y las mujeres hablan de virginidad, había dicho Austin, la definen como la hubieran definido tu madre y tu médico, y no saben que solamente hay una virginidad que cuenta, la que precede a la primera mirada verdadera y se pierde bajo esa mirada, en el mismo instante en que una mano alza la sábana y junta por fin en una sola visión todas las piezas del puzzle. Ya ves, en lo más hondo yo te tomé así antes de que empezaras a quejarte y quisieras una tregua, y si no te escuché y no te tuve lástima fue porque ya eras mía, nada de lo que hiciéramos o no hiciéramos podía cambiarte. Fuiste bruto y malo, había dicho Celia, besándolo en el hombro y acurrucándose, y Austin había jugado con el vello rubio de su vientre y había dicho algo sobre el milagro, que el milagro no había cesado, le gustaba decir cosas así, no, no ha cesado, insistía, es algo lento y maravilloso y durará todavía mucho, porque cada vez que miro tu cuerpo sé que tengo todavía tanto por descubrir, y además te beso y te toco y te respiro, y todo es tan nuevo, estás llena de valles desconocidos, de barrancos llenos de helechos, de árboles con lagartos y madréporas. No hay ninguna madrépora en los árboles, había dicho Celia, y me da vergüenza, cállate, tengo frío y dame la sábana, tengo vergüenza y frío y eres malo. Pero Austin se inclinaba sobre ella, apoyaba la cabeza entre sus senos, déjate mirar, déjate poseer de verdad, tu cuerpo es feliz y lo sabe aunque tu pequeña conciencia de niña bien criada lo niegue todavía, piensa hasta qué punto era horrible y contra natura que tu piel toda entera no hubiese conocido la verdadera luz, apenas el neón de tu cuarto de baño, el falso beso frío de tu espejo, tus propios ojos examinándolo hasta donde alcanzaban a verlo, mal y falsamente, sin generosidad. Ya ves, apenas te quitabas un slip ya venía otro a reemplazarlo, caía un corpiño para que el siguiente aprisionara esas dos palomitas absurdas. El vestido rojo después del gris, la falda negra después de los blue-jeans, y los zapatos y las medias y las blusas... ¿Qué sabía tu cuerpo del día? Porque esto es el día, estar los dos desnudos y mirándonos, éstos son los únicos espejos de verdad, las únicas playas con sol. Aquí, había agregado Austin un poco avergonzado de sus metáforas, tienes un lunar muy pequeño que quizá no conocías, y aquí otro, y entre los dos y este pezón hacen un bonito triángulo isósceles, no sé si lo sabías, si tu cuerpo tenía verdaderamente esos lunares hasta esta noche.
—Tú eres más bien pelirrojo y horrible —dijo Celia—. Ya es tiempo de que te enteres si vamos al caso, a menos que Nicole te lo haya explicado en detalle.
—Oh no —dijo Austin—. Ya te conté, era otra cosa tan distinta, no había nada que descubrir entre nosotros, ya sabes cómo pasó. No hablemos más de ella, sigue diciéndome cómo soy, también quiero conocerme, yo también era virgen, si quieres. Oh sí, no te rías, yo también era virgen, y todo lo que te he dicho vale por los dos.
—Hm —dijo Celia.
—Sigue diciéndome cómo soy.
—No me gustas nada, eres torpe y demasiado fuerte, y estás lleno de olor a tabaco, y me has hecho daño y quiero agua.
—Me hace bien que me mires —dijo Austin—, y quisiera advertirte que no termino en absoluto a la altura del estómago. Sigo más abajo, mucho más abajo, si te fijas bien verás una cantidad de cosas: allá están las rodillas, por ejemplo, y en este muslo tengo una cicatriz que me hizo un perro en Bath, un día de vacaciones. Mírame, aquí estoy.


Rodolfo Fogwill, Vivir afuera:


(Wolf, alter ego de Fogwill, se encama con una prostituta. Monólogo interior de la prostituta):


Nunca me imaginé que un chabón de estos podría tener tantos libros y que los haya leído a todos. Este es un depto que debe costar unos quinientos mil: cinco mil por lo menos de alquiler. EStoy mojada abajo: quiero chupársela a este jovato. Blanda es mejor. Estoy segura de que si se la chupo blanda y lo hago acabar yo acabo con él al mismo tiempo y sin que él se avive. Seguro que por no cobrarle nada y por gozar el día menos pensado te tira un mil, o más. Los tipos son así. Este es un flor de hijo de puta: las caza todas al vuelo y viene y te pregunta "nena, ¿te gusta pegar?" no porque quiera que lo fajen sino para hacerte entender que le gusta darte con todo. ¿De dónde sacará la guita para bancar todo este circo? De herencia no es, porque si este tipo llega a heredar algo se lo revienta en una noche. ¿Hará la guita leyendo esos libros de mierda?

(Diálogo entre ambos):


-¡Guau...! Wolf... Cuando te reís así parece que fueras un gordo y sos flaquito.

-Me acuerdo de unos giles -repetía Wolft- que decían: "No te metas con esa mina que no acaba" y cuando yo les decía... -reía a carcajadas ahora- "Y a mí qué me importa si yo sí? ¡Si yo sí acabo!", los boludos me miraban como a un loco, o como si les dijera un chiste. Mi amor: entendeme... ¡a mí qué carajo me importa! -no podía parar de reir y ella terminó riendo por contagio.

(Monólogo interior de Wolf):


Tiene el tipo de piel que reacciona siempre como es debido. Cuando se arrodilló como para que la incitara a chupársela se le hincharon las mejillas y le fueron cambiando los colores de la cara y las manos. Aprieto ahí en el cuello y se le erizan los hombros y las tetas. Claro... No ha de ser sólo por el dolor: debe estar un poco pasada de droga. Esta porquería que me hizo jalar es fuerte... No sería raro que le hayan metido algún afrodisíaco... Alcaloide seguramente tiene, pero no tanto como ella y los que se la vendieron o se la dieron en paso de algo deben pensar...
Pero con o sin droga esta mina tiene algo en la piel que se parece a su cabeza. ¿Qué carajo tiene en la cabeza esta mina que me entusiasma tanto? Y el olor...


(Diálogo, de nuevo):


-¿Siempre te cambia así el olor? -Ella, tendida, movió apenas la cabeza como señal de que aunque pareciera dormida, lo escuchaba-. Claro... Desde que no fumo percibo mucho mejor los olores, pero vos tenés algo... En la piel... -Wolf trataba de rememorar dónde había sentido ese tipo de piel, en sus tiempos de fumador. Ella lo interrumpió:

-¡Seguí diciéndome cosas!
-Cosas... Cosas... ¡Cosas!


Una cara de cuerdo el tipo...

Julito querido!


El posible departamento donde se desarrolló la trama de la novela de Fogwill:



6 comentarios:

  1. "La verdolaga" por las geniales musicólogas cordobesas del conjunto De Boca en Boca...(sutilmente irónico y metafórico// canto campesino de las mujeres que cultivan la tierra en Colombia) y más sutil aún casi onomatopéyico sobre el tema, Julio en Rayuela, capítulo 68 "apenas él le amalaba el noema, ella..." juaz!. Pa realistas, y si, me quedo con Fogwill, (podríamos incorporar a Ramos)

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  2. Respuestas
    1. La típica respuesta para estos casos: ¿andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos? Con signitos de pregunta, jaja. Saludos!!

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    2. Es que perfectamente siendo vos argentino y yo uruguaya podríamos ser Horacio y La Maga. De igual modo, como éstos, Cortazar nos unió. Estoy leyendo 62 y al llegar a éste capítulo creo que colapse y sentí necesidad de subirlo a mi blog. Me lo iba a poner a copiar hasta que pensé que alguien más lo tendría que haber subido ya, dando como resultado finalmente encontrarte. Me alegra saber que hay espacios en internet en el que la gente divulgue este tipo de cosas.
      Saludos!

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    3. Uruguaya? En qué país hermoso fuiste a nacer, te envidio sanamente. Tierra de Onetti, Benedetti, Galeano... Lo recorrí bastante con mis viejos hace unos años, quizás cruzamos miradas por ahí y ni nos dimos cuenta. La Maga, La Maga, de la misma manera que Rayuela es una antinovela (o contra novela, como Julio quería que la llamaran), La Maga es un antipersonaje, tan representativo en la generación de jóvenes... Un abrazo a la distancia, estamos en contacto por las calles de París!

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