jueves, 21 de marzo de 2013

Los artistas y las musas

Hoy empecé a leer a J. M. Coetzee. Día memorable para mi vida de lector.
Sudafricano, Premio Nobel en 2003. Profesor de Literatura en Ciudad del Cabo, traductor, lingüista, crítico literario... escritor. Tremendo escritor.
Entre todas las novelas que publicó (muy premiadas la gran mayoría) se destaca una trilogía biográfica: Infancia, Juventud, Verano. Es bastante obvio la temática de cada una de ellas (en la última, habla de su adultez). ¿Y por dónde empecé yo? Por el medio: Juventud. Me gustan los anacronismos. Na, mentira, fue el único libro que encontré cuando me fui de shopping, jaja.
Sin embargo, me viene al pelo. Soy adolescente. La historia cuenta sobre un estudiante de matemáticas e inglés (Coetzee), que quiere ser escritor. En esta búsqueda de sí mismo, el joven protagonista aparece como un individuo atormentado e inseguro, aterrorizado ante la imposibilidad de encontrar una voz narrativa que dé salida a sus aspiraciones creativas. En la contratapa se cita una frase de Nadine Gordimer: "La visión de Coetzee alcanza el centro neurológico del ser. Lo que él halla ahí es más de lo que la mayoría sabrán nunca sobre sí mismas, y sabe transmitirlo con un dominio de la tensión y una elegancia propios de un brillantísimo escritor".
Metiéndonos en la novela, al comienzo se narra la primera relación que tiene el protagonista con una chica diez años mayor que él. La mina se va a vivir a su departamento, y es una traba para su desenvolvimiento como escritor. Él se descarga en su diario, ella lo lee sin su permiso, lo termina dejando, enojada. Acá me detengo. Hay un fragmento del capítulo dos que me da pie para lo que quiero hablar:

"Una vez pasado todo, queda el hecho de que su primer intento de convivencia con una mujer ha terminado en fracaso, en la ingominia. Tiene que volver a vivir solo, lo cual no es poco consuelo. Sin embargo, no puede vivir siempre solo. Tener amantes forma parte de la vida del artista: incluso si esquiva la trampa del matrimonio, tal como desde luego hará, tendrá que encontrar el modo de vivir con mujeres. No puede alimentarse el arte solo con privaciones, añoranza, soledad. Tiene que haber intimidad, pasión, también amor.
Picasso, un gran artista, tal vez el más grande, es un ejemplo evidente. Picasso se enamora de mujeres, una tras otra. Una tras otra se van a vivir con él, comparten su vida, posan para él. De la pasión que se enciende de nuevo con cada nueva amante, las Doras y Pilares a quienes la suerte trae hasta la puerta del artista renacen en arte imperecedero. Así es como se hace. ¿Y él? ¿Puede prometer que todas las mujeres de su vida, no solo Jacqueline (la mina que lo dejó) sino todas las mujeres inimaginables que vendrán, tendrán idéntico destino? Le gustaría creerlo, pero tiene sus dudas. Solo el tiempo dirá si resultará ser tan grande como Picasso, pero una cosa es segura: él no es Picasso. Su sensibilidad es diferente a la de Picasso. Él es más tranquilo, más lúgubre, más del norte. Tampoco tiene los hipnópticos ojos negros de Picasso. Si alguna vez intenta transfigurar a una mujer, no lo hará con tanta crueldad como Picasso, doblando y retorciendo el cuerpo de ella como si fuera metal en un horno feroz. De todos modos, los escritores no son como los pintores: son más obsinados, más sutiles."

Las musas y los artistas... qué tema, ¿no? Lo dijo Bécquer en una oportunidad:


¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azúl.

¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú.

¿Qué quiere decir este tipo con esto? Sí, poesía sos vos, pero el poeta, soy yo. Eso es lo que plantea Bécquer, también. Ojoooooo, no estoy haciendo discriminación de género ni mucho menos, puede pasar lo mismo con una poetisa y un "muso", jaja. La cuestión: está el/la que siente, y también está el que tiene que tener la cabeza fría a la hora de hacer arte, para que los demás sientan o al menos se acerquen a eso que se siente. La musa sin artista se queda a mitad del camino, y el artista... bueno, el artista puede crear en soledad, hay muchísimos ejemplos, pero Coetzee dice lo contrario, al menos hasta ahora. Se necesita del amor para crear. Y éste es un ida y vuelta.

Les dejo una frase que dijo Pablo, muy famosa, que viene al caso, y unos cuadros para completar la idea: una mujer lo contrató para que haga una pintura basándose en ella. Picasso acepta. Cuando termina, le enseña el óleo a la mina, y ésta muestra profundamente disconforme, porque la había hecho toda deformada. Pablo la mira y responde: "es que ahora es usted la que se tiene que parecer al cuadro".
Sin palabras. Me voy a leer Coetzee.

Las mujeres de Avignon, etc...

















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